El Combate de la Psique Objetiva: Superación Dialéctica entre el Logos y el Alma
Ensayo a Voces para la Era del Espíritu
Nos adentramos en una de las disputas más fascinantes y complejas del pensamiento contemporáneo: el enfrentamiento entre el Logos hegeliano de Wolfgang Giegerich —razón pura, autopensante y sin sujeto— y el Alma numinosa de Raúl Ortega —psique viva, experiencial, encarnada en lo simbólico.
No es un debate académico más: es una reactivación del drama del alma occidental.
Lo que está en juego aquí no es quién tiene razón, sino qué tipo de ser humano emerge de cada forma de pensar.
I. El Punto de Partida: El Alma Ha Cambiado de Estado
Giegerich sostiene que la conciencia moderna ha “sublado” (superado y conservado) las antiguas categorías del alma.
El alma ya no es “algo dentro” de nosotros: es la lógica misma que piensa el mundo.
La psique se ha convertido en vida lógica, un flujo de pensamiento que se desarrolla históricamente en la autoconciencia.
Lo que antes era mito ahora es sistema; lo que antes era experiencia religiosa, hoy es historia del pensamiento.
Para él, buscar “sentido” o “espiritualidad” es una nostalgia ontológica, una enfermedad que añora un lugar perdido.
El sentido, dice, no se busca: se es. Quien lo busca, lo ha perdido porque ha salido de la adentridad.
La cura no es la trascendencia, sino el trabajo, la productividad, el “cultivar el jardín”.
II. La Réplica: El Alma No Se Deja Convertir en Concepto
Ortega y los junguianos responden con fuego:
La psique no es un proceso lógico sino una realidad fáctica.
El arquetipo no es metáfora del pensamiento: es energía que irrumpe, fenómeno que se impone.
Lo numinoso no puede ser traducido a lógica porque su lenguaje es la experiencia.
La tormenta que cae sobre el arqueólogo que toca sin respeto la estela del dios Chac no es alegoría: es acontecimiento.
Para ellos, Giegerich encarna la sombra del pensamiento occidental: una hipertrofia de la razón que teme el cuerpo, la emoción, el misterio.
Reducir el alma a la dialéctica es una forma de exorcismo racionalista; una defensa del ego colectivo moderno frente al abismo de lo sagrado.
III. El Núcleo de la Disputa: La Enfermedad del Sentido
El punto más tenso del combate está aquí:
¿Es la búsqueda de significado una patología o una necesidad vital?
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Para Giegerich, el buscador de sentido es un enfermo imaginario, inflado de pretensiones metafísicas.
Debe volver a lo común, al mundo, y aceptar la obviedad de estar vivo. -
Para Ortega, el hombre sin sentido es el enfermo.
La libido —la energía psíquica— no puede vivir sin meta.
La búsqueda de lo trascendente no es una huida, sino la dirección natural del alma.
Ambos tienen razón —y ambos se equivocan— si los tomamos por separado.
IV. El Impasse: Puer y Senex, Intuición y Lógica
El debate se convierte en una danza arquetípica:
Giegerich representa al Senex, la madurez del Logos, el orden lógico que se cierra sobre sí mismo.
Ortega encarna al Puer, la fuerza ascensional, el fuego inspirador, lo que Hillman llamaría “la psique alada”.
El primero acusa al segundo de infantilismo; el segundo al primero de rigidez cadavérica.
Ambos ignoran, quizá, que Puer y Senex no son enemigos, sino momentos del mismo proceso: la alternancia vital entre vuelo y estructura, entre inspiración y forma.
La lógica necesita ser encarnada; la experiencia necesita ser pensada.
El Logos sin Alma se vuelve autista; el Alma sin Logos se disuelve en delirio.
V. La Aufhebung: Más Allá de la Contradicción
La Aufhebung —concepto central en Hegel— significa tres cosas a la vez: negar, conservar y elevar.
Desde este punto de vista, el enfrentamiento entre Giegerich y Ortega no debe resolverse por exclusión, sino por integración.
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Negación: se debe abandonar tanto el espiritualismo ingenuo como el racionalismo cerrado.
La conciencia moderna no puede regresar a los dioses antiguos, pero tampoco puede sobrevivir en el desierto lógico. -
Conservación: el pensamiento de Giegerich conserva la lucidez del Logos; el de Ortega, la verdad vivencial del alma.
Ambos son necesarios. El primero limpia la mente; el segundo enciende el corazón. -
Elevación: la síntesis exige una tercera conciencia:
una lógica encarnada, una experiencia lúcida, donde la psique se piense a sí misma a través del cuerpo y del símbolo.
El alma ya no sería ni entidad ni idea, sino campo de autointerpretación viviente, donde el Logos se hace carne y el cuerpo se hace pensamiento.
VI. El Sentido Superado: De la Búsqueda a la Presencia
Cuando la tensión se supera, comprendemos que Giegerich y Ortega estaban mirando el mismo fenómeno desde dos fases distintas de la conciencia:
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Giegerich habla del alma después del mito: el pensamiento que se reconoce como su propio mito.
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Ortega habla del alma dentro del mito: la vivencia que se reconoce como pensamiento encarnado.
La conciencia post-junguiana debe integrar ambas: el mito consciente de ser mito.
No se trata ya de creer o negar, sino de participar lúcida y simbólicamente en el despliegue del alma.
El sentido no se busca ni se posee: se realiza al vivirlo.
VII. Conclusión: El Alma del Mundo como Próxima Etapa
La batalla entre el Logos y el Alma ha sido el motor de la historia occidental.
Hoy, al borde de una nueva fase, la tarea no es volver al mito ni perderse en la lógica, sino pensar con el alma y sentir con el Logos.
El alma objetiva no está ni en los cielos ni en los libros:
está en el modo en que el mundo se piensa a través de nosotros.
Y quizás ahí radique la verdadera psicología del futuro:
no una psicología del yo, ni siquiera del alma, sino una psicología del Mundo que Despierta en la Conciencia.
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