“Entre teorías que no funcionan, pastillas que alivian, y terapeutas que convierten lo humano en negocio”
Voy a intentar decir esto sin soberbia,
porque de verdad creo que en salud mental nadie tiene la verdad:
solo perspectivas parciales,
y cada una toca una parte del elefante.
Ya hablamos de dos psiquiatrias:
-
la humanista, llena de significado pero con poca eficacia para casos graves,
-
la biológica, eficaz pero a veces pobre en sentido.
Y de cómo ambas, cuando fallan, tantas veces culpan al paciente.
Pero hay una tercera vía,
muy atractiva,
muy humana,
y también muy problemática.
⭐ La psiquiatría y psicología “humanistas-extensas”
Estas son las que dicen:
-
que el trastorno no es un trastorno, sino un proceso,
-
que el síntoma es una habilidad desbordada,
-
que la persona no “tiene” una enfermedad: hace algo,
-
que hay una lógica profunda detrás del comportamiento “problemático”,
-
que todo síntoma es un recurso mal colocado.
A mí este enfoque me simpatiza.
Es bonito,
es amable con el paciente,
da dignidad,
da agencia,
da esperanza.
Y sobre todo:
no trata a la persona como una víctima pasiva del cerebro
ni como un objeto dañado.
⭐ Pero… fuera de la universidad y del hospital, algo pasa
Y lo digo con cuidado,
porque no quiero demonizar nada ni a nadie.
Cuando estos modelos quedan fuera de la academia y de la salud pública,
pasa esto:
se transforman en mercado.
Y entonces empiezan a aparecer:
-
cursos carísimos,
-
certificaciones infinitas,
-
escuelas que se multiplican como hongos,
-
promesas de “terapias que curan todo”,
-
gurús amables pero con factura al final.
Lo humano se vuelve producto.
Lo poético se vuelve marca.
Lo complejo se vuelve slogan.
Y lo peor:
el paciente se vuelve cliente.
⭐ ¿Por qué ocurre?
Porque estos modelos humanistas-extensos son muy seductores:
-
no culpan al paciente,
-
ofrecen comprensión profunda,
-
usan lenguaje simbólico,
-
conectan con el deseo de sentido,
-
prometen transformación sin pastillas,
-
apelan al misterio, al espíritu, al potencial.
Pero también carecen de un marco regulatorio fuerte,
y ahí aparece la tentación económica.
No porque haya maldad,
sino porque hay demanda,
y donde hay demanda, aparece industria.
⭐ ¿Entonces, cuál es el equilibrio?
No creo que haya un equilibrio perfecto,
pero sí un gesto posible:
que lo humano no se convierta en negocio,
sin por ello perder su humanidad.
Que quienes trabajan desde modelos narrativos, sistémicos, simbólicos o experienciales
puedan ofrecer realmente cuidado,
sin caer en:
-
franchising emocional,
-
culto a la figura del terapeuta,
-
promesas desmesuradas,
-
mitologías pseudocientíficas vendidas a precio de oro.
Y que quienes vienen de la psiquiatría biológica
no pierdan de vista que un ser humano no es una sinapsis con patas.
Yo no tengo la fórmula,
solo un deseo:
que cada uno mire lo que le falta
y encuentre lo que el otro tiene.
⭐ ¿Y tú qué prefieres?
Yo, sinceramente,
si la persona está muy mal, prefiero lo que alivia.
El alivio no es la cura,
pero sin alivio no se puede empezar nada.
Luego, cuando la persona puede respirar,
ahí sí entra lo humano, lo narrativo, lo simbólico, lo contextual…
Pero en un sufrimiento extremo
no se puede hacer poesía.
Primero hay que apagar el fuego.
⭐ Para cerrar, una frase honesta y humilde
“En salud mental, lo inhumano es culpar al paciente,
pero también lo es convertir su dolor en negocio.
Lo humano está en acompañar sin teorizar demasiado
y aliviar sin simplificarlo todo.”
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