⭐ ENTREVISTA — La Contra

“Cuando dibujas tu mente en un diagrama, luego puedes verla por dentro con solo cerrar los ojos”

Jorge Orrego, psicólogo, sobre un ejercicio que une terapia, simbolismo y entrenamiento atencional


—Jorge, usted propone un ejercicio curioso: dibujar un diagrama de nuestra vida interna para después visualizarlo todos los días. ¿Qué se gana con eso?

—Se gana orden.
Pero no un orden externo, sino uno mental y emocional.
La mayoría de la gente vive dentro de su cabeza como quien vive en un trastero:
todo apilado, todo mezclado, todo urgente.

Dibujar un diagrama de uno mismo es como hacer planos de una casa que llevabas años habitando sin luces.

Y cuando lo repites hasta visualizarlo con los ojos cerrados,
lo conviertes en una herramienta de navegación psicológica.


—¿Y cómo se construye ese diagrama? ¿Por capas?

—Exacto.
El ejercicio tiene cuatro capas, como un mandala psicológico.

Voy explicándolas:


1. Núcleo central: “bueno / malo – me acerco / me alejo”

Es la base más primitiva de nuestra conducta:

  • Lo que percibo como bueno → me acerco.

  • Lo que percibo como malo → me alejo.

La vida entera se organiza sobre esa brújula,
aunque lo disfracemos de lógica o filosofía.

En el centro del diagrama pones una cruz simple:

arriba: lo bueno
abajo: lo malo
derecha: lo que me acerca
izquierda: lo que me aleja

Es tu sistema operativo emocional.


2. Segunda capa: Roles familiares

Alrededor del núcleo, escribes tus roles aprendidos en la infancia:

  • el responsable,

  • el salvador,

  • el rebelde,

  • el mediador,

  • el que no molesta,

  • el fuerte,

  • el simpático,

  • el silencioso.

Estos roles son filtros:

determinan lo que consideras “bueno” o “malo”,
y lo que te hace acercarte o alejarte.

Por eso están en la segunda capa:
se aprenden pronto
y duran mucho.


3. Tercera capa: Arquetipos y valores

Aquí entran los grandes motores de la vida adulta:

  • el arquetipo del Héroe,

  • la Sombra,

  • el Sabio,

  • el Niño,

  • la Madre que cuida,

  • el Guerrero,

  • el Amante,

  • tus valores profundos (libertad, pertenencia, calma, logro…).

Estos arquetipos dialogan con los roles familiares,
a veces reforzándolos,
a veces sustituyéndolos.

En esta capa uno descubre
por qué repite ciertos patrones
una y otra vez.


4. Cuarta capa: Universos simbólicos

Finalmente, rodeando todo el mapa:

  • los mitos que te inspiran,

  • los héroes que admiras,

  • las ficciones donde te reconoces,

  • los dioses o imágenes que te representan,

  • la estética que te calma,

  • los mundos que te sostienen (Metroid, Tarkovsky, Marvel, Egipto, Borges…).

Somos más simbólicos de lo que creemos.
Esos universos funcionan como ecosistemas de identidad.


—Una vez dibujado, ¿qué se hace con el diagrama?

—Ahora viene la segunda parte:
convertirlo en visualización entrenada.

Cada día:

  1. siéntate 10 minutos,

  2. respira,

  3. mira el diagrama,

  4. ciérrate a estímulos externos,

  5. trata de reproducirlo mentalmente,

  6. vuelve a abrir los ojos y corrige lo que olvidaste.

Este proceso lo repites durante semanas.

Hasta que un día, de pronto,
puedes cerrar los ojos
y ver tu estructura interna
con una nitidez sorprendente.


—¿Y cuál es el objetivo final? ¿Qué cambia en la vida de alguien?

—Cambia todo lo que dependía de la confusión.

Cuando puedes ver tu mapa interno:

  • sabes por qué te acercas o te alejas,

  • reconoces qué rol familiar se está activando,

  • distingues qué arquetipo domina tu reacción,

  • identificas qué universo simbólico te está hablando,

  • y puedes tomar decisiones sin la niebla emocional habitual.

Es como ponerse el casco de Samus,
pero en versión psicológica:
tu HUD interior aparece claro.


—¿No es demasiado simbólico para una terapia contemporánea?

—No lo es.
Es simple y profundamente práctico.

Los diagramas son herramientas muy antiguas.
Los monjes medievales los usaban.
Los budistas los usan.
Los terapeutas sistémicos los usamos.
La neurociencia moderna los respalda:

un mapa visual repetido a diario
reorganiza la atención
y fortalece la autorregulación.

Además, los símbolos hablan donde las palabras se quedan cortas.


—Una frase final, Jorge. De esas que cierran como un sello.

—Esta:

“Cuando tu mundo interno está dibujado, ya no vives dentro del caos:
vives dentro de un mapa que puedes recorrer.”

O, si quieres otra más poética:

“El diagrama no es la mente,
pero te enseña a mirarla sin miedo.”

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