LOS MATERIALES DE AUTOAYUDA EN EL PÁNICO
Los libros de autoayuda son materiales ampliamente utilizados por las
personas que padecen algún problema psicológico. Basta con dar una mirada a los
estantes de las librerías especializadas, o incluso de los grandes almacenes,
para comprobar las numerosas publicaciones de este tipo existentes en el
mercado, algunas de las cuales pueden ser un complemento útil a determinadas
terapias.
Por lo que se refiere al trastorno que nos ocupa, existen dos manuales
de autoayuda publicados en castellano. El primero de ellos, al que nos hemos
referido en el apartado anterior, es una traducción del manual de autoayuda de
Barlow y Craske publicado en inglés cuatro años antes (Barlow y Craske, 1989)
que, a su vez, fue una adaptación de un programa de tratamiento ampliamente
conocido e investigado (Barlow y Cerny, 1988).
Nosotros lo utilizamos durante un tiempo como manual de autoayuda
guiada, tanto para la terapia individual como para la terapia grupal,
apoyándolo con material complementario elaborado por nosotros. Los resultados
obtenidos fueron buenos pero no tanto como los logrados con la terapia cognitiva
focal que se expone en la segunda parte de este libro.
La segunda de estas publicaciones es un pequeño manual escrito por
Pastor y Sevilla (1995) que también encontramos interesante como material de
autoayuda complementario. En la práctica clínica utilizamos habitualmente
materiales de autoayuda elaborados por nosotros, que se enumeran en el anexo 2
y cuyo contenido íntegro se halla en el disquete o cuadernillo que se adjuntan
a este libro.
Estos materiales son de gran utilidad ya que nos permiten obtener
mejores resultados con un menor tiempo de contacto paciente-terapeuta. En
cuanto a la investigación en este campo, en los últimos años han aparecido
trabajos que estudian la eficacia de diversos programas de autoayuda para el
trastorno de pánico, que tienen entre sus componentes terapia cognitiva focal
(Clark et al., 1995; Côte et al., 1994; Gould y Clum, 1995; Gould et al., 1993;
Lidren et al., 1994; Swinson et al., 1995).
En general, estos estudios muestran la eficacia de los programas de
tratamiento breves apoyados por materiales de autoayuda. García (1997) hace una
revisión de los principales estudios sobre la eficacia de los materiales de
autoayuda en el pánico-agorafobia, que resumimos a continuación: Ghos y Marks
(1987) no encontraron diferencias en la eficacia de un tratamiento para la
agorafobia llevado a cabo por un terapeuta o utilizando un manual o un
ordenador.
Mathews et al. (1977) hallaron que un contacto con el terapeuta de 3,5
horas en total -y el uso de un manual con tareas para casa- era suficiente para
conseguir una mejoría significativa en la agorafobia.
Mathews et al. (1981) elaboraron un programa de tratamiento, apoyado
en dos manuales de autoayuda (para el paciente y para el coterapeuta), que se
puso a prueba en diversos estudios. Entre estos destaca el de Jannoun et al.
(1980) que halló resultados eficaces con un contacto paciente-terapeuta no
superior a 4 horas.
Côte et al, (1994) compararon la eficacia de un tratamiento
cognitivo-conductual para el pánico de 17 sesiones (basado en los programas de
Barlow, Beck, Clark y Salkovskis), con otro tratamiento con los mismos
componentes pero con sólo 7 sesiones, más 8 breves contactos telefónicos, pero
apoyado por un manual de autoayuda (Côte Gauthier y Laberge 1988).
Los resultados fueron positivos para ambos tratamientos. Clum (1990)
desarrolló un manual de autoayuda (“Coping with panic”) que recoge las técnicas
cognitivo-conductuales de eficacia demostrada.
Este manual se utilizó como guía para la terapia en una serie de
estudios, entre los que destacan los siguientes: - Gould et al. (1993)
compararon los resultados obtenidos con:
1) el tratamiento de Clum en forma de autoayuda con un contacto con el
terapeuta de tres horas,
2) un tratamiento de más sesiones (con 10,5 horas de contacto con el
terapeuta) pero sin materiales de autoayuda y
3) un grupo control. Ambos tratamientos se mostraron igualmente
eficaces, con un 73 % de los pacientes libres de pánico al finalizarlos.
- Lidren et al. (1994) replicaron el estudio de Gould et al. (1993), pero
incluyendo seguimientos a los 3 y 6 meses y ampliando la duración del
tratamiento a 8 semanas. Se obtuvieron resultados similares y las mejorías se
mantuvieron en los seguimientos. - Gould y Clum (1995) replicaron y mejoraron
metodológicamente el mismo tratamiento.
Siguieron utilizando el mismo libro de autoayuda pero añadieron una
cinta de vídeo informativa acerca del pánico y un casete con instrucciones de
relajación. El tiempo de contacto entre los terapeutas y los pacientes fue de 3
horas.
El grupo tratado con este formato de autoayuda obtuvo una mejoría
significativamente mayor que el grupo control. El 69% de pacientes estaba libre
de pánico al finalizar el tratamiento.
Swinson et al. (1995) compararon la eficacia de un tratamiento para el
trastorno de pánico con agorafobia, basado en la exposición y administrado por
teléfono (en 8 sesiones de una hora), con un grupo en lista de espera. Los
resultados demostraron que este tratamiento era eficaz en la reducción de la
evitación agorafóbica, el miedo y la ansiedad anticipatoria. Los logros se
mantenían a los 3 y 6 meses.
Clark et al. (1995) presentaron un trabajo en el Congreso Mundial de
Terapia Cognitivo-conductual que tuvo lugar en Copenhague en julio de 1995, en
el que se comparó la eficacia de la terapia cognitiva focal, tal como se expone
en el manual (Clark y Salkovskis, 1987), la terapia cognitiva focal abreviada
(con la mitad de tiempo y apoyada con un manual de autoayuda) y un grupo
control sin tratamiento.
Los resultados mostraron que ambos tratamientos fueron igualmente
eficaces. Sin embargo, como señala García (1997), conseguir tan buenos
resultados en tan pocas sesiones requiere que el terapeuta sea muy diestro en
la aplicación del programa.
Por ej., en el estudio de Côte et al. (1993) se analizaron las
características de los terapeutas y se halló que éstos eran expertos en el tema
y que fueron muy directivos, proporcionando pautas de trabajo muy claras,
asignando tareas y dando instrucciones acerca de cómo realizarlas.
También analizaron los progresos y dificultades de los pacientes y
dieron un adecuado feedback. Como conclusión, podemos afirmar que, por lo que
se refiere al tratamiento del pánico con o sin agorafobia, los estudios
disponibles acerca de este tema han demostrado la utilidad de los materiales de
autoayuda, para reducir la duración de la terapia cognitivo-conductual o
cognitiva-focal, manteniendo su eficacia.
TRATAMIENTO GRUPAL
La preocupación por la eficiencia, es decir, por la relación
eficacia-coste, de la terapia ha llevado también a la administración de ésta en
forma grupal, para reducir el tiempo de dedicación por parte del terapeuta*.
Se han llevado a cabo diversos estudios para evaluar la eficacia de esta forma de tratamiento, algunos de los cuales resumimos seguidamente. Michelson et al. (1990), aplicaron un programa de tratamiento en grupo que incluía: conceptualización del problema, entrenamiento en autoinstrucciones, reestructuración cognitiva (mediante diálogo socrático y experimentos conductuales), respiración controlada, relajación y exposición a las sensaciones temidas.
Encontraron que fue muy eficaz en todas las variables evaluadas que
incluían pánico, depresión, ansiedad, miedo, cogniciones negativas, y ansiedad
y aceleración del ritmo cardíaco al exponerse a las situaciones temidas.
Al finalizar el tratamiento, todos los pacientes de este estudio
presentaban un buen nivel de funcionamiento global y ausencia de ataques de
pánico.
Telch et al. (1993) investigaron la eficacia de la aplicación en grupo
de un tratamiento denominado entrenamiento en inoculación del pánico,
consistente en: información sobre la naturaleza, etiología y mantenimiento del
pánico; reestructuración cognitiva; exposición a las sensaciones internas
temidas, y respiración lenta. Los resultados fueron superiores a los del grupo
control en las variables de: pánico, ansiedad, evitación agorafóbica,
sensibilidad a la ansiedad y depresión.
Los sujetos libres de pánico al acabar el tratamiento fueron el 85% y
las mejorías se mantenían en el seguimiento a los 6 meses. Ballester y Botella
(1992) adaptaron a un formato grupal el tratamiento de Clark y Salkovskis, que
aplicaron en 10 sesiones a 11 pacientes con pánico-agorafobia.
Se obtuvieron mejorías significativas en pánico, ansiedad
anticipatoria, evitación, cogniciones catastrofistas, ansiedad rasgo y
depresión. En el seguimiento a los seis meses, los resultados eran aún mejores.
No se utilizó grupo control.
Otros estudios sobre la eficacia de la terapia cognitivo-conductual
para el pánico-agorafobia, aplicados en grupo, también han mostrado buenos
resultados (Nagy et al., 1993; Pollack et al., 1994; Nerón et al., 1995). Así
pues, la revisión de la literatura nos muestra que la eficacia de los
tratamientos cognitivo-conductuales aplicados en grupo es similar a la obtenida
con el mismo tipo de tratamiento aplicado individualmente.
Como señalábamos en otro apartado, Gould et al. (1995) llevaron a cabo
un meta análisis de los estudios de los últimos 20 años acerca de la eficacia
de los tratamientos del pánico y concluyeron que las intervenciones con mejor
relación eficacia-coste son la imipramina y la terapia cognitivo-conductual en
grupo.
Además, esta última mostraba un coste menor que el alprazolam y la fluoxetina.
Por tanto, nos parece muy aconsejable utilizar el tratamiento grupal para el trastorno de pánico con o sin agorafobia; sobre todo en ámbitos como el de la salud pública, donde la preocupación por el coste-eficacia de los tratamientos es un tema acuciante y donde se dispone de pocos psicólogos para atender a un elevado número de pacientes.
Bibliografía:
Extracto del libro de Elia Roca y B. Roca "Cómo tratar con éxito
el pánico, con o sin agorafobia"
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