Lo que en Hegel es dialéctica, en la IA es optimización iterativa
Aprender de los errores parece la clave de toda inteligencia. En Hegel, la dialéctica avanza porque cada concepto choca con su contradicción y, al superarla, abre un horizonte más amplio. En la inteligencia artificial, los algoritmos de aprendizaje automático hacen lo mismo: predicen, se equivocan, corrigen, y así progresan mediante lo que los ingenieros llaman optimización iterativa.
Pero tanto en filosofía como en IA hay un elemento olvidado: no basta con equivocarse y corregir, es necesario tener un objetivo que oriente el proceso.
La dialéctica no es ciega
Hegel no piensa que el error se corrija al azar. La contradicción impulsa hacia una superación que está guiada por categorías más ricas: verdad, libertad, racionalidad. Es decir, el proceso dialéctico no se mueve por inercia, sino porque hay criterios internos que hacen que una síntesis sea más adecuada que la anterior.
La IA tampoco es neutral
Las redes neuronales no aprenden simplemente “del error”. Necesitan una función de pérdida que defina qué significa mejorar.
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Si entrenamos un modelo para reconocer rostros, el objetivo es maximizar la precisión en imágenes humanas.
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Si entrenamos un modelo de recomendación, el objetivo puede ser aumentar el tiempo de uso o la satisfacción del usuario.
El aprendizaje está siempre orientado: alguien define qué cuenta como acierto y qué como error.
La cuestión de los criterios
Aquí aparece el verdadero debate contemporáneo. En la IA, esos criterios son formales (minimizar un error numérico). En la vida humana, los criterios no pueden ser meramente cuantitativos. Necesitamos horizontes que combinen bondad, verdad, belleza y efectividad.
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Bondad: que lo aprendido no dañe a otros ni a uno mismo.
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Verdad: que se ajuste a la realidad, no a la ilusión.
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Belleza: que armonice, que inspire, que conecte con nuestra sensibilidad.
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Efectividad: que funcione en la práctica, que resuelva lo que promete.
Sin esa brújula, tanto un algoritmo como una persona pueden volverse muy “inteligentes” en sentido técnico, pero profundamente ciegos en sentido humano.
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