¿Qué tienen en común Heidegger y las ratas de laboratorio?
Por qué la filosofía de Ser y tiempo ilumina la terapia cognitivo-conductual
Un prejuicio común
Cuando hablamos de conductismo muchos piensan en ratas en jaulas, palomas picando botones o perros salivando ante campanas. Parece frío, reduccionista, casi mecánico. Y cuando hablamos de Heidegger, filósofo alemán, suena a lo opuesto: existencialismo, preguntas profundas sobre el ser, frases enrevesadas.
A primera vista, nada que ver.
Pero si nos detenemos, veremos que se encuentran en un punto clave: la idea de que no hay persona sin mundo, ni conducta sin contexto.
1. Estar-en-el-mundo = Vivir-en-situaciones
Heidegger lo llamó ser-en-el-mundo. Skinner lo llamaría conducta-en-contexto.
Traducido: somos inseparables de las situaciones donde actuamos.
Ejemplo cotidiano:
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No procrastinas porque “eres flojo”, sino porque tu mesa tiene el móvil, tu tarea parece un muro y tu cabeza busca alivio rápido.
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No discutes porque “tienes mal carácter”, sino porque llevas tres noches sin dormir y tu pareja te habla justo cuando estás respondiendo correos.
La terapia cognitivo-conductual funciona porque cambia esos contextos: quita disparadores, introduce ayudas, diseña recompensas nuevas. Heidegger diría: nos recuerda que siempre estamos ya “arrojados” a un mundo, y que solo ahí podemos movernos.
2. El discurso y la ecuación conductual
Heidegger hablaba del discurso: lo que nos decimos y decimos a otros. Skinner lo tradujo en su lenguaje: la ecuación conductual (antecedente → conducta → consecuencia).
Ejemplo:
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Frase interna: “Soy un desastre”.
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Actúa como antecedente: dispara evitación.
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Se convierte en conducta: rumiar, quejarse.
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Y recibe consecuencias: alivio inmediato, atención de alguien.
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Lo importante no es si la frase es “verdadera”, sino qué hace en tu vida.
Si te paraliza, cambiamos la regla: “Empiezo con 5 minutos”. Ese pequeño giro cambia toda la cadena.
3. El tiempo: antecedentes y consecuentes
Heidegger decía que vivimos en el tiempo: arrastramos pasado, actuamos en presente y proyectamos futuro.
El análisis funcional dice algo parecido: lo que hacemos hoy depende de las consecuencias de ayer y de lo que esperamos mañana.
Ejemplo:
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Estudiaste toda la noche con café y adrenalina → aprobaste → tu cuerpo aprendió “funciona hacerlo tarde”.
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¿Problema? Sí: agotamiento y estrés.
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Solución: repetir el ritual, pero antes: bloques cortos por la tarde, con mini-recompensas. Misma lógica, otro uso del tiempo.
Heidegger lo llamaría “repetición auténtica”: rehacer tu historia de otra forma. Skinner lo llamaría “moldeamiento”: diseñar nuevas consecuencias.
Pantallas: las cajas de Skinner modernas
Tu móvil no es neutro. Está lleno de recompensas diseñadas como en un laboratorio:
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Notificaciones aleatorias (programas de refuerzo variable).
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“Likes” y “streaks” que te enganchan más que cualquier tragaperras.
Heidegger nos ayuda a verlo: no es que uses el móvil, es que vives en un mundo atravesado por él. Y Skinner nos da las llaves: puedes rediseñar tus contingencias (notificaciones off, recompensas propias on).
Manual exprés para llevarlo a la vida
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Mira la situación completa. No busques “culpas internas”. Observa contexto: lugar, hora, gente, objetos.
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Identifica disparadores. Ese “clic” que inicia la conducta (cansancio, frase interna, notificación).
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Nombra la conducta en verbo. Procrastinar, picotear, postear, discutir.
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Detecta la paga inmediata. ¿Alivio? ¿placer? ¿aprobación?
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Diseña una alternativa con la misma función. Que calme, guste o de reconocimiento, pero sin tanto coste.
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Ajusta el mundo. Quita tentaciones, prepara apoyos, pon horarios.
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Dale tiempo. Haz pequeños pasos, con recompensas rápidas y revisión semanal.
El mensaje final
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Heidegger: no hay yo sin mundo.
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Skinner: no hay conducta sin contexto.
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Terapia cognitivo-conductual: cambiando contextos y consecuencias, cambias vidas.
La filosofía le da profundidad, la ciencia de la conducta le da precisión, y juntos nos recuerdan algo básico: la libertad no está en resistir, sino en rediseñar el mundo en que actuamos.
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