⭐ ENTREVISTA — La Contra

“Detrás de muchos grimorios no había magia, sino psicología en clave simbólica”

Jorge Orrego, psicólogo, lector de manuscritos antiguos y defensor de las tecnologías premodernas de la mente


—Jorge, dices algo provocador: que varios grimorios medievales pueden leerse hoy casi como manuales de psicología. ¿No es exagerado?

—Lo sería… si los tomáramos literalmente.
Pero si les quitamos la capa de ángeles, demonios y latín barroco,
lo que aparece debajo es sorprendentemente familiar:

  • ejercicio atencional,

  • gestión emocional,

  • técnicas de memoria,

  • rituales de regulación,

  • narrativas identitarias.

Eran intentos antiguos de hacer lo que hoy hace la psicología,
solo que envueltos en imaginería mística.

Los grimorios son la psicología cuando aún no existía la palabra “psicología”.


—¿Cuál sería el ejemplo más claro?

—El Ars Notoria.
Es el gran caso.

Normalmente se lo imagina como un libro de magia salomónica,
pero si lo lees con calma te das cuenta:

es un manual medieval para mejorar la memoria,
acelerar el aprendizaje
y aumentar la claridad mental.

Usa tres herramientas que hoy reconocemos muy bien:

  1. Repetición rítmica → como un mantra.

  2. Diagramas visuales → como mapas mentales o diagramas de flujo.

  3. Rituales de enfoque → como protocolos de atención plena.

Es meditación cognitiva del siglo XIII.


—¿Y el resto de grimorios? ¿Hay más psicología escondida?

—Sí, y es fascinante.

El Picatrix, texto árabe del siglo X,

no es solo astrología:
es una teoría del deseo humano,
cómo se despierta,
cómo se forma una intención,
cómo influye un símbolo en la conducta.

Psicología motivacional medieval.

El Sefer Yetzirah, cabalístico,

describe cómo las letras estructuran la percepción.
Es casi lingüística cognitiva.

El Heptamerón, en apariencia mágico,

es en realidad un manual de regulación del estado mental
según ritmos, estaciones y ambientes.

La Clavícula de Salomón

usa rituales para crear sensación de control,
algo que hoy llamaríamos reorganización emocional.

Y podríamos seguir.

La magia era la interfaz.
La psicología era el sistema operativo.


—¿Por qué funcionaban estos sistemas, entonces?

—Porque lo simbólico organiza la mente.
Incluso cuando no lo sabes.

Un diagrama circular medieval no es muy distinto de un mandala tibetano:
ambos centran la atención,
reducen ruido,
ordenan pensamiento.

Una oración repetida no es tan diferente de un mantra budista o de una práctica de respiración consciente.

Un ritual es, en esencia,
una secuencia estructurada de conducta para inducir un estado emocional particular.

Sin neurociencia,
pero con intuición potente.


—Pero… ¿no hay una frontera entre psicología y superstición?

—Sí, claro.
Hay superstición cuando se cree que un símbolo actúa “fuera” de ti.
Hay psicología cuando entiendes que el símbolo actúa en ti.

Los antiguos no tenían esa distinción.
Para ellos, lo externo y lo interno dialogaban.

Nosotros la tenemos:
pero seguimos usando símbolos.

¿O qué es un logo corporativo,
un escudo de fútbol,
una bandera,
un tatuaje?

Son mandalas modernos.


—¿La Iglesia cómo veía estos grimorios?

—Con un ojo los condenaba
y con el otro los copiaba.

Oficialmente eran ilícitos.
Pero muchas versiones fueron manuscritas por monjes.

La religiosidad medieval vivía en tensión permanente:
quería controlar el misterio,
pero también usarlo.

Es la misma tensión que vemos hoy
entre ciencia y espiritualidad.


—¿Qué nos enseñan hoy estos libros?

—Que el ser humano siempre ha querido hacer lo mismo:

  • pensar mejor,

  • sufrir menos,

  • comprender más,

  • regular emociones,

  • organizar su vida interior.

Hoy lo llamamos terapia cognitiva, mindfulness, coaching, journaling.
Ellos lo llamaban invocación, sello, figura, oración.

Distintos lenguajes,
mismos objetivos.


—Una última frase, Jorge. La que firmaría el espíritu de esta entrevista.

—Esta:

“La magia de los grimorios no estaba en los espíritus:
estaba en la mente humana intentando ordenarse con los símbolos que tenía.”

O si quieres algo más juguetón:

“Los grimorios no enseñaban a controlar demonios,
sino distracciones.”

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